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Reflexiones en torno al movimiento #MeToo


La forma en la que nos relacionamos e interactuamos entre hombres y mujeres se encuentra en plena transformación. Hay conductas relacionadas con la violencia de género que, hasta hace relativamente pocos años, no eran mal vistas o no se hablaba de ellas. En este contexto de transición que atraviesa la sociedad mexicana es donde se retoma de Estados Unidos el movimiento #MeToo. Éste consiste en realizar una denuncia en las redes sociales ─puede ser anónima o no─ por acoso, abuso, agresión sexual, violación o comportamiento misógino en distintos ámbitos laborales y sociales del país. Es el caso de #MeTooMusicosMexicanos, #MeTooPeriodistasMexicanos, #MeTooActivistasMe-xicanos, etcétera.

El movimiento recibió mayor atención el 1 de abril de 2019 después del suicidio del músico y escritor Armando Vega Gil. Si bien la decisión de quitarse la vida no fue causada por el #MeToo ─como él mismo lo expresó en su carta de despedida─, en donde apareció una denuncia en su contra por hacer comentarios e insinuaciones sexuales a una menor de edad, el suceso sí generó reclamos, polémica y polarización en torno a esta forma de denuncia. A partir del debate sobre dicho evento surgieron diversos cuestionamientos: ¿Es posible que algunas de las denuncias sean falsas? ¿Las demandas se deben abordar dentro del sistema judicial-penal? ¿Las acusaciones deben ser anónimas?

Muchos escritores, académicos, políticos, feministas (en sus diversas variantes) y figuras públicas se han posicionado en relación al #MeToo. Es el caso de Marta Lamas, quien en una entrevista con Carmen Aristegui expresó que este movimiento surgió debido al hartazgo de las mujeres ante la violencia y que representó una fuerza colectiva y una forma legítima de denuncia ante las fallas institucionales. Además expuso su preocupación por la forma en la que se denuncia y se castiga, así como su desacuerdo con el anonimato porque, a su parecer, se presta para venganzas y resentimientos personales; sin embargo, afirmó que solo aproximadamente el 3% de las denuncias de este tipo son falsas.

Blanche Petrich, en su artículo “'MeToo' mexicano, hoguera fuera de control” en La Jornada, manifestó su desilusión con el movimiento feminista actual y se mostró indignada ante algunas acusaciones que ella considera exageradas o de venganza: “Me pareció que muchas veces se confundían torpes e indeseados intentos de seducción con acoso, relaciones de pareja tóxicas con violaciones. Hubo denuncias con sabor a mentira, a exageración, a morbo, a revancha.” También relató su enojo por la respuesta del #MeToo después del suicidio de Vega Gil y expresó su postura de la búsqueda de un feminismo en el que la lucha por la vida sin misoginia y violencia se dé en conjunto con los hombres, pues asegura que de otra forma no se va a poder.

Por otro lado, en el artículo de Gabriela Warkentin, “La urgencia del MeToo en México. La lucha por la eliminación de la violencia de género debe continuar”, la periodista apunta que el #MeToo sigue vigente y es necesario, pues ve al movimiento como una herramienta fundamental para aquellas que encuentran en las redes sociales una opción viable para denunciar la violencia de género: “En un país en que diario se asesina a mujeres, en que el sistema de impartición de justicia es inexistente y alimenta al infinito la impunidad, en que la revictimización es narrativa de uso (y de cambio), en que ir al ministerio público es una tortura, en que la inequidad de género es marca de la casa, en que el porcentaje más grande de mujeres violentadas ni siquiera tiene acceso a las redes sociales, en que muy pocas gozan del uso de herramientas conceptuales para reconocer y nombrar la violencia; en este país debe continuar la lucha.”

Irene Tello Arista, en su artículo “#MeToo y las deficiencias del sistema de justicia penal”, plantea las dificultades de denunciar las agresiones relacionadas con la violencia de género ante el sistema de justicia penal. Asimismo califica como injusta la demanda que se les hace a las mujeres para que denuncien a su agresor, pues en la mayoría de los casos, es un “martirio levantar una denuncia ante un Ministerio Público”, en parte por la probabilidad de sufrir discriminación y ser revictimizadas al momento de levantar la denuncia; en otros casos, la violencia viene de parte de la pareja sentimental, lo que complica la denuncia por el temor de las mujeres a perder el apoyo económico. Finalmente, Tello Arista señala: “Las peticiones por el respeto al debido proceso y a la presunción de inocencia no se tienen que hacer a las mujeres, sino a las instancias del sistema de justicia penal.”

Por su parte, la filósofa Judith Butler, en una entrevista para Culto, se muestra complacida de ver al feminismo como un movimiento que se fortalece y expresa su preferencia por los movimientos en colectivo, antirracistas y vinculados con otros movimientos que buscan la justicia económica. En cuanto al #MeToo, declara: “llama la atención sobre el carácter generalizado del acoso sexual y la discriminación, y eso es importante. Pero me preocupa que esté formulado dentro del marco del individualismo”, a diferencia del movimiento “Ni una menos” en el que sí encuentra el sentido de acción colectiva.

Personalmente, me parece que el #MeToo ─adoptado en México a falta de instancias que aseguraran el castigo y la justicia─ es un movimiento que está en construcción y ha servido para visibilizar acciones que no se toleran actualmente; para reeducarnos y cuestionarnos sobre actitudes que hasta ahora habían sido normalizadas, y que permite denuncias anónimas (como espacio seguro en un contexto en el que muchas veces las víctimas corren peligro al denunciar públicamente). Sin embargo, el #MeToo no es perfecto: si bien el porcentaje de denuncias falsas es mínimo, es suficiente para generar desconfianza, es por eso que la lucha por el cese de la violencia de género necesita movimientos colectivos que se adecúen a la situación mexicana, que adopten mayores filtros e instancias para las demandas y que lleguen a todos los sectores de la población. Mientras tanto, para lograr la reconfiguración de las relaciones en buenos términos entre géneros, es necesaria la organización y el debate público, respetuoso y empático.