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MASCULINIDAD CUESTIONADA. GÉNERO Y VIOLENCIA HACIA LOS HOMBRES EN LA PAREJA
Cristian Paul González Arriola


Para poder realizar un análisis crítico sobre la violencia que se vive en las relaciones de pareja, es necesario superar marcos explicativos que naturalizan las diferencias entre hombres y mujeres a partir de una condición biológica (sexo) empleada para simbolizar y construir socialmente lo “propio” de los hombres (lo masculino) y de las mujeres (lo femenino); diferenciación que justifica la división del trabajo y el ejercicio del poder. Es por tanto que en el presente trabajo se plantea el uso del enfoque de género asumiéndolo como el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y principios sociales construidos históricamente y capaces de ser modificados (Lamas, 2000).
La división sexual del trabajo ha justificado las desigualdades que remiten por norma a la mujer al espacio privado, representado en el hogar; y al hombre a lo público, en el trabajo estableciendo una normativa de la sociedad a partir de los presupuestos, la cosmovisión y el sistema de valores del grupo social en cuestión (Trujano, 2010).
Los cuestionamientos a la subordinación femenina representan un parteaguas que develan lo femenino y lo masculino como construcciones reguladas por la cultura y la sociedad. Asimismo, las condiciones sociales, económicas y políticas han hecho necesaria la incursión de las mujeres a espacios que anteriormente le habían sido negados y con ello las denuncias por condiciones iguales a las de los hombres se fueron incrementando, permitiendo así, un análisis crítico del modelo patriarcal y sus desigualdades.
El género, como categoría de análisis, nos descubre un mundo en el que lo femenino y lo masculino no se encuentran determinados totalmente por la biología. De Keijzer (2010) y López (2012) señalan que los hombres, como género, han contado con espacios de poder y privilegios mucho más amplios que las mujeres.
Si bien es cierto que los estudios de género han tenido la intención de desnaturalizar la condición de subordinación de las mujeres, esa misma situación ha hecho necesario replantear la condición de los hombres, derivando en lo que desde hace unas décadas se ha denominado como estudios de las masculinidades.
El aprendizaje de normas y valores de ser hombre constituyen la masculinidad hegemónica que se inscribe como un conjunto de prácticas normativas respecto a lo que define a un sujeto como hombre o no (Schongut, 2012), trayendo consigo la dificultad para reconocer los procesos de dominación masculina tanto hacia las mujeres como a las formas de masculinidad que no encajan con el ideal, sin embargo, esto no implica la inexistencia de la violencia hacia ellos. Dado que la dominación tiene un vínculo indisoluble con la violencia, surge la necesidad de indagar en los procesos subjetivos que la van legitimando y su importancia en la construcción de identidades masculinas.
Para Sotomayor (2004) la misoginia y la homofobia constituyen reguladores de la masculinidad transmitidos en el desarrollo social de los hombres e incorporados al habitus de género(1), encargados de que el ideal de masculinidad hegemónica no salga de la norma.
Debido a que las relaciones de género se gestan en un contexto de desigualdad y tal como menciona Fouacault (2000), el poder está presente en todas las relaciones humanas, la violencia que se da en las parejas es ejercida por el hombre (o mujer) que detenta el poder con base a discursos normalizadores que justifican la dominación de unos sobre otros. Este proceso de dominación se forma a través de la subjetivación de valores y normas sociales que son incorporados al habitus de género.
Para dar cuenta de la forma en cómo se va modificando la identidad de género se retoman algunos de los testimonios de Manuel, participante de una amplia investigación en la cual se indaga en los significados que dan a su condición de género dos hombres y dos mujeres que vivieron violencia en sus relaciones de pareja.
Los modelos idealizados del ser hombre o mujer son transmitidos desde la socialización temprana (Torres, 2005) y es en ella donde niñas y niños aprenden a interiorizar las normas del cómo ser hombre o cómo ser mujer desde la repartición de tareas; dentro de la familia se reproduce en la práctica cotidiana un modelo de ser hombre y ser mujer.
Así lo deja ver el testimonio de Manuel de 39 años de edad, quien al momento de su participación se encontraba desempleado y divorciado desde hacía ocho años:
"[…] el hombre se va a trabajar, al hombre le tienes que hacer la comida, la como se llama, la comida hecha, no puede comer solo, no puede lavar, no puede trapear, o sea no puede hacer todo lo que hace una mujer, estaba y está tal vez, todavía prohibidísimo, era un hombre machista y si es así, como de espérate ¿no?"
La masculinidad como condición que tiene que ser demostrada hacia los otros debe conservarse mediante el cumplimiento de ciertas conductas o rituales que otorgan al hombre su status de “hombre”. Sin embargo, cuando la norma social del “ser hombre” se ve transgredida, operan los mecanismos reguladores de la masculinidad hegemónica que Sotomayor (2004) menciona, pero no sólo son los hombres quienes se encargan de regular las conductas, sino que también las mujeres participan en este proceso:
"[…]si te ponías a ayudar en la cocina, a mí me gusta la cocina o así decir le voy ayudar a mi mamá a hacer un guisado. Mi abuela, te voy a decir con todo el texto de la palabra mi abuela llegaba con un delantal y te decía: ándele mi mariconcito, para que esté a gusto."
En el proceso de construcción de la masculinidad los hombres deben ganar y demostrar esta condición con sus pares, aun cuando exista la incorporación de nuevos valores a la relación de pareja y su interacción, ya que de no hacerlo son sujetos cuestionados y receptores de burlas, así lo expone Manuel:
"[…] y llegas a trabajo y ya sabes, los que son casados ya se la saben, ¿no? estuvo buena la madriza, verdad güey (tono de burla). […] tenía un amigo al que le decía que era mi compadre, me dice qué pasó Manuelito, y le digo ¿tú que crees? , y me dice por lo menos le partiste su madre, pues no compadre, como crees mi mamá me dijo que nunca le pegara a una mujer. Más porque los amigos decían: Manuel hace falta que le rompas su madre para que se esté quieta."
Tanto para hombres como para mujeres, la violencia que viven en la relación conyugal se convierte en elemento central de la resignificación de su condición de género, que implica el cuestionar las normas tradicionales de lo que debe tolerar un hombre y una mujer. Pero singularmente para el caso de Manuel el vivir violencia implicaba una pérdida de su status como hombre tal como lo refiere: “Me sentía poco hombre”.
El posicionamiento teórico desde las masculinidades abre la posibilidad de asumir las diversas formas de significar y vivir como hombres, pero aún sigue siendo escaso el trabajo desde los hombres heterosexuales que transgreden el modelo de hegemonía masculina y se pueden ubicar en la posición de lo que Conell y Messerschmidt (2005) llama “masculinidades subordinadas”.
Finalmente se debe mencionar las coincidencias del presente trabajo con los planteamientos de Marta Lamas (2002) cuando menciona que el género hoy en día se perfila como un obstáculo serio para la comprensión no sólo de los conflictos entre hombre y mujeres, sino del proceso de construcción del sujeto. Se debe tomar entonces el género como punto de partida y no de llegada.



1 Concepto entendido en el sentido referido por Bordieu (1999), como la forma de actuar, pensar y sentir en función del ideal social subjetivado, en este caso femenino y masculino. Es la forma en que los individuos incorporan el género como modo de ser y actuar en determinado contexto.



BIBLIOGRAFÍA
Bordieu, P. (1999) Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba Conell, R. y Messerschmidt (2005) “Hegemonic Masculinity. Rethinking the Concept”. Gender & Society, 19 (06) pp. 829-854.
De Keijzer B. (2010) Masculinidades, violencia, resistencia y cambio. Doctorado en Salud MentalComunitaria. México. Universidad Veracruzana, Instituto de Investigaciones Psicológicas.
Foucault, M. (2000) Un Dialogo Sobre el Poder. Madrid: Diálogos.
González, C. (2013) La experiencia de hombres y mujeres violentados en el hogar: un análisis desde la fenomenología y el enfoque de género". Tesis de Licenciatura en Psicología. Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM. Estado de México.
Lamas, M. (2000) El género. La construcción social de la diferencia. México: PUEG-Porrúa.
Lamas, Martha (2002) La fetichizarían del género en Cuerpo, diferenciación sexual y género.Distrito Federal: Taurus.
López, O. (2012) Los estudios de género en el campo de la confluencia de las ciencias naturales y sociales. En O. Chazaro, (Cord.) Modelos de investigación en las ciencias de la salud y la educación. Panorama actual (pp.139-154). México: UNAM, Facultad de Estudios Superiores Iztacala.
Schongut, N. (2012) “La construcción social de la masculinidad: poder, hegemonía y violencia”. Psicología, conocimiento y sociedad 02 (2) pp. 27-65.
Sotomayor, Z. (2004 ) Aproximaciones Teóricas al Estudio de la Masculinidad. Buenos Aires. Torres F. (2005) Violencia y modelo patriarcal. Recuperado de http://cdd.emakumeak.org/ficheros/0000/0305/Violencia_y_modelo_patriarcpa.pdf, 02/01/2013.
Trujano, P., Martínez, A. y Camacho S. (2010) “Varones víctimas de violencia doméstica: un estudio exploratorio acerca de su percepción y aceptación”. Revista Diversitas. Perspectivas en Psicología. 06(2) pp 339-354.