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Una historia de medio siglo de compromiso con la enseñanza y la consciencia polìtica

Soy  una  mujer  originaria de  Michoacán  y entregada a  la educación.   Durante 50 años me desempeñé como maestra y me jubilé hace 9. Inicié mi formación docente en la Escuela Normal Rural de Tiripetio, Michoacán y pertenezco a la generación 1967-1970, época que abarcó la convulsión social y estudiantil del 68.

  Uno de los acontecimientos importantes de ese periodo fue el cierre de aproximadamente 50% de las Escuelas Normales Rurales del país, sin duda instituciones formadoras de liderazgos estudiantiles identificados y hermanados con las causas sociales de la población marginada y pobre. Debido al cierre de dichos planteles, se formó la Escuela Normal Rural para Hombres y todas las alumnas pasamos a otras escuelas normales que siguieron funcionando como internados para mujeres. Concluí mis estudios de profesora de educación primaria en la Escuela Normal Rural de Cañada Honda, ubicada en Aguascalientes, en donde se inculcaba, como parte de la formación docente, que al terminar nuestros estudios iríamos a trabajar como maestras en donde la patria nos necesitara. Así era como se daban las plazas y nos distribuían en todo el país.

  Junto con otras cuatro compañeras nos enviaron a Sonora y ahí inició mi labor docente en un campo agrícola de yaquis en el municipio de Cajeme. Nos tocó vivir drásticas reformas estructurales en los planes de estudio de la educación básica, se desechó el plan que estuvo vigente once años (en el que surgieron los Libros de Texto Gratuitos), y entró una reforma educativa con nuevos planes, programas y contenidos. Fue ahí donde inicié mi formación de liderazgo al comenzar un movimiento de rechazo a dicha reforma, de la cual veríamos más tarde sus efectos negativos, pues me parece que le dio un nuevo rumbo y enfoque a la educación, privilegiando a la modernidad y enterrando el nacionalismo, los valores cívicos y éticos, y formando mexicanos que hoy en día tienen una crisis de valores y existencial. Cinco años más tarde logré mi cambio a mi estado natal: Michoacán, e inicié una nueva etapa en mi vida profesional; estudiando la especialidad de Física-Química como como Maestra del nivel secundaria en la Escuela Normal Superior de Tlaxcala.

  Años más tarde se crea la Universidad Pedagógica Nacional, en donde realicé la licenciatura en pedagogía. En el quehacer diario me involucré con los problemas laborales propios y de mis compañeros, luchando por los derechos laborales de ley, el mejoramiento profesional, los derechos escalafonarios, mejores salarios, prestaciones médicas, etcétera.

  Todo esto vinculado con mi compromiso con un sindicato e inicié una comunicación interpersonal con mis compañeros de escuela y de la zona escolar en la que me desempeñaba. Así surgió el desarrollo de mi liderazgo, junto con el florecimiento de habilidades y destrezas, adquiridas en un proceso de aprendizaje social que puse al servicio de colectivos como capital individual.

  En 1979 ostento mi primer cargo sindical como Secretaria General de la Delegación Sindical de la Zona Escolar, representando aproximadamente a 150 docentes. A partir de ese momento comprendí que el liderazgo implica correspondencia, cooperación, gestión, solidaridad y compañerismo. Sin proponérmelo rompí con el estereotipo de mujer maestra y ama de casa, para convertirme en una líder sindical ¿Qué vino después? El deseo de seguir en con el liderazgo ¿Cómo? Capacitándome, formándome y actualizándome en las corrientes políticas-sindicales y las leyes que rigen al SNTE. Los líderes de más alto rango pertenecientes a la estructura nacional y los secretarios generales en las secciones del país, con quien estuve en permanente gestoría, me descubrieron como líder y me dieron la oportunidad de incursionar en las Escuelas de Formación Política del SNTE.

  En la década de los ochenta, tuve la oportunidad de hacer un diplomado de 4 meses en el Centro Vacacional del SNTE en Popo Park en el Estado de México, sobre vanguardia revolucionaria, conocimientos profundos de los estatutos y estrategias de organización de asambleas y congresos nacionales. Aquí les comento una anécdota: me sentí privilegiada al ser elegida, junto con una compañera y un compañero, en mi sección sindical para asistir a dicho diplomado. Me entregué en cuerpo y mente a este proyecto, primeramente porque disfrutaba el aprendizaje y segundo, porque sentía la obligación de corresponder la oportunidad que se me dio. Ahí me entero que el diplomado tenía el objetivo de formar a los futuros secretarios generales de las secciones. Obtuve excelentes calificaciones y resultados, contrario a mi compañero, quien no destacó, hizo mucha vida social y sus trabajos presentados dejaron mucho que desear. Al regresar a mi estado, me convertí en oradora oficial en algunas asambleas estatales y nacionales, en las que me di cuenta de que casi todos mis compañeros de grupo ya eran secretarios generales en sus estados. En mi estado postularon como secretario general a ese compañero que no destacó en nada en el diplomado. Aunque no ganó, descubrí que, a pesar de que yo contara con el liderazgo y capital político, a mí no se me dio la oportunidad de participar en la contienda por el hecho de ser mujer.

   Formé parte de dos comités ejecutivos seccionales: en el de Primera Cartera, Formación Ideológica y Servicios Educativos y en el de Previsión, Asistencia Social y Servicios Médicos. En 1989 Carlos Jungitud Barrios renunció al cargo de presidente vitalicio de Vanguardia y Revolucionaria ante el presidente de México Carlos Salinas de Gortari. En ese año yo formaba parte del Comité Ejecutivo Seccional de mi estado y, como se recordará, Elba Esther Gordillo Morales dio pinochetazo a Carlos Jongitúd Barrios, ungiéndose como Secretaria General del SNTE en 1990 en el Congreso Nacional Extraordinario

   Meses después, apoyada por miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, Gordillo desconoció nuestro Comité Ejecutivo Seccional en Michoacán. A partir de ahí, el Estado controló la CNTE, que posteriormente fue su dolor de cabeza, bien dice el dicho: “cría cuervos y te sacarán los ojos."

   Hoy en día aún me pregunto: ¿valió la pena dedicar una década al trabajo político-sindical? Fui una verdadera luchadora social en favor de los maestros de mi estado, fueron años de lucha en contra cacicazgos sindicales, problema que no se ha resuelto hasta la fecha. También fue un largo periodo de mi vida como maestra, madre de familia y compañera de vida que sacrifiqué por mis queridos compañeros y que, en ese tiempo, fueron luchas avasalladoras contra la inequidad de género y las conductas de liderazgo machistas y corruptas.

   Sigue en mi mente sin clarificarse si vale la pena que como mujer que representa el pilar de la familia, dejes esa función o la hagas a medias en aras de una lucha que te coloque en igualdad de género, pero que tu responsabilidad como guía y formadora de tus hijos se vea menguada en aras de oportunidades en lo político, profesional y social.

   Algo que sí me queda claro es que la equidad de género se da cuando nosotras somos capaces de demostrar que la capacidad intelectual, cultural, profesional y humanista trasciende las injusticias de género provocadas por conductas machistas; que los valores y habilidades que tenemos los hemos forjado a lo largo del tiempo.