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Una historia de hombres hincados

Fernando Pouliot Madero, 4 de junio de 2020

En Estados Unidos ha sucedido una coincidencia que perdurará como ícono por varias décadas: El hombre hincado. Hace 4 años la estrella del deporte Colin Kaepernick presentó una protesta simbólica negándose a honrar de pie el himno de los de los Estados Unidos. En vez de ello, se hincaba.

El motivo de su protesta era el reiterado uso de la violencia excesiva de los policías de su país contra la población afroamericana. Ha sucedido en muchas ciudades de la Unión Americana, se ha perpetrado también contra otras minorías, pero ha dejado en un sector amplio y crítico la sensación de que los policías regulan su severidad física con parámetros marcadamente étnicos.

Donald Trump, primero como candidato a la presidencia y luego al frente de su país condenó con toda su capacidad la conducta que llamó antipatriótica de Colin Kaepernick y quienes lo secundaron; amenazó a los torneos deportivos que lo permitiesen este gesto. Fue una afrenta de serias consecuencias para el deportista, pues Kaepernick era el atleta sensación de los Estados Unidos. Contra toda lógica de índole deportiva y mercadológica, su equipo no lo contrató después de 2017 y ningún otro equipo lo considero con aptitudes ni como para ser reserva. Con el tiempo los equipos ni siquiera intentaron ofrecerle una ganga de salario considerando sus evidentes aptitudes y juventud. Donald Trump logró ejercer de facto una capacidad de veto anotándose tanto una victoria nacionalista como una venganza racista.

Pero esta historia no se cerró ahí pues el destino le tenía reservada una tormenta étnica y política perfecta a Donald Trump.

Primero, una tendencia inquietante y representativa: durante la pandemia además de la comprensible ansiedad que generan semanas de encierro e inciertidumbre económica (sobre todo para los vulnerables); ya habían aparecido protestas en Estados Unidos denunciando una proporción ilógica de afroamericanos falleciendo por este síndrome respiratorio agudo con el cual las víctimas "no pueden respirar".

Después, un crímen y su símbolo: un policía de Minneapolis encontró la manera de asfixiar al ciudadano George Floyd, afrodescendiente desarmado. Lo mató apoyando su rodilla, no en el suelo, sino sobre el cuello del hombre que sólo alcanzó a decir "no puedo respirar".

Analogía de dos hombres en la misma postura. Uno se hinca para matar, el otro, se hinca para protestar; racismo que asfixia, encierro que turba el aire, pero se soporta por el riesgo de morir sin poder respirar en la cama de un hospital.

Todo junto debió resultar insoportable para miles de ciudadanos afrodescendientes; pero también para muchos anglosajones, asiáticos, nativos americanos y latinoamericanos de los Estados Unidos. Las protestas no se hicieron esperar. Decenas de incendios, cientos de marchas de todos los tamaños. Por supuesto en Minneapolis y Saint Paul, Minnesota; pero también en ciudades de marcada mayoría afrodescendiente como Atlanta, Georgia; Columbus, Ohio; otras ciudades muy grandes como Nueva York (ahí fue asfixiado por 3 policías el ciudadano afroamericano Eric Garner el 17 de julio de 2014). La agencia Al-jazeera.com publica una lista con 350 ciudades protestando en los Estados Unidos.

Los primeros deportistas profesionales en volver a la competencia fueron los futbolistas alemanes, que se hincaron emulando a Colin Kaepernick y ¿Por que no? Recordándonos también la imagen del policía hincado sobre el cuello de George Floyd. Las políticamente correctas autoridades deportivas amenazaron a los futbolistas alemanes. El equipo Manchester United formó un círculo con sus futbolistas hincados. La Federación Internacional de ese deporte pidió a las autoridades que entiendan el contexto.

Esta violencia policiaca también ocurre en Europa y Latinoamérica, pero con hipocresía nacionalista, racista, clasista. Algo distinto a un racismo y nacionalismo abiertos de las policías estadounidenses. En Latinoamérica los medios de comunicación dominantes tienen capacidad para disolver esta clase de crímenes policiacos. Un ejemplo de ello: El influyente medio mexicano Milenio (y muchos otros) han publicado hasta el 4 de junio un incidente mortal de uso excesivo de la fuerza policial que sucedió 30 días antes en Jalisco. Milenio publica que la fiscalía estatal investiga al alcalde de Ixtlahuacán por ofrecer 200 mil pesos a una familia para que desistiera de acciones legales por el "fallecimiento" en plena custodia policial, de Giovanni López, previamente golpeado y detenido por no usar cubrebocas. ¡Los medios de comunicación mexicanos reportan hasta el 4 de junio este incidente brutal del 4 de mayo! Sí, 30 días después y no descartemos que sea una reacción ultra tardía de los medios mexicanos a propósito del asesinato de George Floyd en Minneapolis. Del Toro pide justicia. Debe recordarse que 15 días antes del "fallecimiento", el gobernador Alfaro distribuyó cubrebocas y advirtió su uso obligatorio en la vía pública. Se aplicaría la "fuerza pública" declaró entonces.

 

El desempeño de los medios de comunicación de los Estados Unidos presenta características diferentes, donde los medios se enfrentan en un mercado con muchos competidores fuertes luchando por las audiencias. Hoy defienden y atacan abiertamene a los políticos del partido demócrata o del partido republicano según la ideología de cada medio. Ante el asesinato de George Floyd, otra guerra entre medios se ha desatado para justificar el llamado de Donald Trump para emplear la fuerza de la Guardia Nacional para contener a los "revoltosos". Otros medios lo señalan abiertamente como un guiño supremacista. Donald Trump no supo observar en 2017 que la protesta del quarterback de San Francisco era el cráter dorado y rojo de un volcán activo.