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Los estudios de género hoy.
Debates y perspectivas

Libros

Introducción

El proyecto papiit ig 300 713 “Género y globalización en los debates de la historia y la teoría social contemporánea” ha vinculado a los académicos de nuestra Universidad (UNAM) con otras universidades públicas e instituciones de investigación en México, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, España y Estados Unidos. Surge como una ini-ciativa para reflexionar sobre el trabajo docente y de investigación en el ámbito universitario que tiene por objeto de disertación y enfoquemetodológico los estudios de género –término aceptado institucio- nalmente–; lo anterior con el propósito de aglutinar los saberes sobremujeres –en particular– y sus entrecruzamientos con los procesos de la globalización, entendidos como los define Octavio Ianni: “procesos enmarcha”1 que enfrentan obstáculos y mantienen desarrollos regionalesdesiguales, donde América Latina es un territorio por conquistar para el comercio y los productos globales, como son la cultura, la tecnología, la democracia y la geopolítica, entre otros. Nuestra propuesta consisteen un acercamiento a la vida cotidiana de hombres y mujeres en susmúltiples interacciones, y este libro es una muestra de los primeros resultados de la investigación al respecto, todavía en marcha.

      El concepto de género conlleva un proceso histórico relacionadocon la construcción de un campo científico en el que subyacen las re-laciones entre hombres y mujeres, signadas por el poder hegemónicode los primeros y la subordinación de ellas. Esta situación ha originadola militancia de mujeres en movimientos feministas y la resistencia, en general, de los hombres y de algunos grupos sociales femeninos. Lo cierto es que para ser aceptada como un campo de los saberes en las humanidades y las ciencias sociales, la denominación de género ha neutralizado el componente de justicia social para las mujeres dentro de las luchas feministas y, actualmente, los análisis de género incluyen a la vez investigaciones sobre mujeres que aspiran a hacer visibles los estudios feministas, los cuales conllevan la praxis en el sentido mar-xista de conocer para transformar la realidad social. En nuestro caso,lo anterior remite a condiciones materiales, culturales e ideológicasinequitativas que mantienen las relaciones dentro de viejos esquemaspatriarcales en las actuales circunstancias de globalización,2 donde de acuerdo con el grupo social, étnico y cultural al que pertenezcan lasmujeres, se establece el grado de sometimiento.

      Polémicos en su contenido, estos estudios tienen antecedentes des- de hace varios siglos, pero es innegable que su importancia comoobjeto de investigación ha generado un corpus científico con teorías ymétodos de indagación que proviene de los años setenta del siglo pasado. Más de cuarenta años han pasado desde que comenzó su proceso-luchapor ser admitido como un campo científico válido para su análisis enlas universidades. En años recientes ha comenzado la síntesis de sus resultados y su importancia en la vida social contemporánea.

      La necesidad de hacer un alto en el camino y analizar los logros que la academia ha alcanzado en cuatro décadas de desarrollo de temáticas, teorías y metodologías, expresa la riqueza alcanzada en ese sentido y supotencial para continuar, rectificar y reencauzar nuestros objetivos. Las conclusiones que ofrecen las ciencias sociales (antropología, sociología, psicología, geografía, economía, derecho y pedagogía, entre las más destacadas), al igual que las humanidades (filosofía, historia y literatu-ra), resaltan un corpus de contenidos que tiene como eje transversal las relaciones de género, vinculado a los campos específicos de estas disci- plinas. En ese sentido, se vislumbra también una aceptación importante por parte de las ciencias naturales relacionadas con la medicina,3 y de investigaciones históricas sobre las académicas en la ciencia.

      De forma paralela, las primeras conclusiones muestran que los es-tudios feministas y de mujeres siguen enriqueciendo su historia y la demovimientos sociales reivindicatorios a lo largo y ancho de todos los países, sin importar su localización geográfica. Uno de los resultados más importantes y que salta a la vista es el hecho de que las mujeres, de forma paulatina, dejan atrás su invisibilidad y su imagen de víctimas para convertirse en sujetos sociales que tienen presencia y continúanavanzando en la consecución de políticas públicas que cimienten las bases de la equidad de género. Una tercera gama de conclusiones se deriva de los testimonios de prestigiadas académicas,4 y en general delas colegas que se ocupan de estos estudios, que aún con notorias difi- cultades dentro de sus propias instituciones y sus entornos individuales para alcanzar el respeto, la empatía y la apertura hacia el reconocimiento de sus avances hermenéuticos, se han posicionado como prestigiosasacadémicas. Ya han pasado su fase preparatoria y están consolidándoseen teoría y en métodos.

      Es frecuente escuchar, por un lado, que mientras para los especialistas ha habido avances que desataron financiamientos, becas institucionales, empresariales o de organizaciones, por otro lado se siguen enfrentando resistencias de todo tipo en las academias, con fuertes tintes ideológicos,que repercuten en el prestigio académico más allá de imaginarios ne-gativos, lo que dificulta la transversalidad de género en las disciplinas.

      La ruta que las y los académicos tienen que transitar para que colegas einstituciones reconozcan la calidad de su trabajo se manifiesta en esfuerzo y productividad dobles que justifiquen su dedicación a los estudios de género. En los hechos, significa que, quienes nos ocupamos de ello,debemos comprobar de manera continua la validez académica de nuestrotrabajo. Las consecuencias son mayores presiones y una jornada doble.5

      En México, estos estudios son sometidos a una demanda de obje- tividad que no recibe ningún otro campo disciplinar, pues deben estar exentos de militancia6 para que su aceptación sea plausible. Sin duda, esta exigencia refleja un conservadurismo que, en los hechos, se tradu-ce en justificar la permanencia del mismo estatus en las instituciones,donde la subalternidad matizada continúa a la par que los avances dealgunas mujeres que logran situarse cerca de las alturas, aunque sin rebasar jamás el techo de cristal.7

      La resistencia para aceptar este enfoque teórico corresponde tam-bién a las tendencias que niegan que el trabajo académico sea político,ubicándolo en un limbo ideal pleno de conservadurismo. Por otro lado,la complejidad de culturas –junto con el clasismo y el racismo siempre latentes– dificulta los estudios, especialmente si las y los académicos buscamos el camino fácil de la generalización, o bien, asumimos cate- gorías de manera acrítica. Algunos estudios adolecen de la centralizacióngeográfica, de ubicar a la clase media urbana como parámetro y, en ciertoscasos, de una limitada visión académica,8 a la que se suma un apego ateorías feministas no aplicables a los contextos culturales de México.

      Los temas que predominan en el corpus de los estudios sobre mujeres han sido la cultura y la biografía, mientras que en los feminismos sepresentan continuidades en la lucha y el análisis de los derechos políticospara alcanzar desde el voto femenino, que fue concedido en México en 1953, hasta la equidad en los porcentajes electorales. También han sidopersistentes las demandas por los derechos reproductivos que tuvieron, con la Ley de la interrupción legal del embarazo en el Distrito Federalen 2007, un gran triunfo en términos de derechos reproductivos.

      Antes y ahora han prevalecido los estudios sobre las moviliza- ciones y su incidencia en las políticas públicas contra la violencia ylos feminicidios. Sin duda, una vertiente de gran importancia son lasdesigualdades en los ámbitos laborales y universitarios que presentan condiciones similares a la sociedad en general.

      En el ámbito universitario, se observan avances interesantes conrespecto a la matrícula; por ejemplo, en el caso de México se tiene un importante 51% de mujeres cursando una licenciatura, y en Venezuela, un apabullante 58% desde hace 10 años, aunado a que la eficiencia termi-nal de las mujeres en este país llegó el mismo año al 67%. Sin embargo, este primer escalón ganado por la presencia mayoritaria de las mujeres, en el caso de México y Venezuela, no se traduce en mejores oportunidades para ellas, ya que persiste la preferencia por el egresado varón.

      En la historia del feminismo en España existe un repunte a finales delos setenta y principios de los ochenta en estos estudios. Se considera que los primeros seminarios en las universidades de España (posterior- mente algunos de ellos se convertirían en institutos de estudios de lasmujeres y de género) tuvieron lugar en este orden: Universidad Autónomade Madrid, Universidad de Valencia (desde 1987) y Universidad de Granada; también destacan los de las Universidades del País Vasco y la Complutense de Madrid.9 Es así que durante mucho tiempo sólo hubotres institutos universitarios de estudios de las mujeres en España; añosdespués del advenimiento del proceso democratizador español, luego dela muerte del dictador Francisco Franco, las académicas hablaron fuerteya dentro del periodo de la globalización neoliberal.

      En la resistencia de los años setenta contra la dictadura franquista, la presencia femenina fue notoria, y luego de la muerte del dictador, los cam-bios que se gestaron en las luchas feministas resultaron en importantes logros jurídicos y sociales. 1975 representó el comienzo de importantes reivindicaciones femeninas que han seguido un proceso ascendente y exitoso, aunque distante todavía de los objetivos de las feministas,quienes buscan la equidad de género y de derechos concretos en lavida cotidiana, más allá de leyes afirmativas que en muchas ocasiones,después de las grandes polémicas que generan, no se reglamentan.10La apertura para la discusión suele ser característica de las académicasespañolas, francas en sus posiciones políticas, pues no se restringen enlas polémicas que son de su interés.

      El camino de las feministas españolas, con sus diferencias regionales, no tiene la dificultad de la diversidad de grupos étnico-culturales que predomina en los países latinoamericanos, y que vuelve muy complejocualquier acercamiento analítico. Como parte de una sociedad quetiende a conformarse con una mayoría de clase media, las españolas no se enfrentan a los extremismos sociales. Los testimonios de la filó-sofa Amelia Valcárcel y de Soledad Murillo11 precisan las dificultadescotidianas de su quehacer y visibilizan los arduos caminos para seraceptadas como teóricas del feminismo –en el caso de Valcárcel–, así como lo tremendamente difícil que es negociar de manera política las vindicaciones para las mujeres dentro del campo académico. Según la ex- periencia de Soledad Murillo, académica y miembra del psoe,12 su caso es paradigmático como académico y político, pues vivió en carne propia los obstáculos que impiden llevar a la práctica las políticas de equidad en las universidades. Las unidades de igualdad en la Universidad de Salamanca –legalmente aceptadas en España y orientadas a vigilar ypromover que hombres y mujeres catedráticos, así como el conjunto del profesorado, estudiantado y personal de administración y de servicio,tengan las mismas oportunidades– no pudieron superar los actos de poder arbitrarios y soberbios de las autoridades masculinas.13 Murillotambién señala que en la Unión Europea se han firmado acuerdos que nose ponen en marcha, y la solicitud para lograr que la unesco dé valor a las asignaturas de género sigue en espera de respuesta. Las resistenciasse manifiestan en muchos campos.

      Según Alba Carosio, en Venezuela las reivindicaciones femeninas pasan actualmente por el tamiz de la justicia social y el obstáculo de rezagos y prejuicios. De manera paralela, se ha alcanzado una cre-ciente influencia de las académicas en la toma de decisiones políticascuyo propósito es equilibrar los derechos y obligaciones de hombresy mujeres en sus relaciones; decisiones facilitadas, al parecer, por una política de Estado favorable. Dentro de un proceso histórico coincidente en tiempo con otras naciones, el año de 1968 fue un detonador social del cual surgió el primer grupo feminista, denominado Movimiento de Liberación de la Mujer, y otros grupos de izquierda que ubicaron su agenda feminista según el programa social por el que se luchaba. Los años setenta abrieron el mundo a las mujeres guerrilleras, quienes so- bresalieron en los movimientos de liberación nacional en Venezuela, de manera simultánea que en Argentina y México.

      En Argentina,14 la presencia de mujeres como Dora Barrancos ha con-juntado de manera exitosa la militancia por los derechos de las mujeres con la promoción de políticas públicas favorables y presencias sólidasen la academia. Barrancos dirigió durante muchos años el Instituto deEstudios de la Mujer, único en su tipo; fundado en 1997, este Instituto representa los esfuerzos de las mujeres feministas en su lucha contra la dictadura de 1976 a 1983, que dejó secuelas en los movimientos deprotesta de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, así como unalista de mujeres sacrificadas por su participación activa en los mismos.En el contexto actual las argentinas mantienen una postura crítica,15 lasfeministas aceptan los avances en el país austral durante el gobierno deCristina Kirchner. Asimismo, se debe destacar que en Argentina la mo- vilización social y las académicas mantienen una relación indisoluble,en una doble línea frente a sus propios derechos y la visibilización de las mujeres universitarias.

      En Estados Unidos, la militancia tiene una diversidad compleja, tanto de carácter étnico como a favor de los derechos individuales. A diferen- cia de lo que ocurre en España, donde las características particulares decada región no rompen el sentido nacional de las polémicas feministas,en Estados Unidos no se aprecia unicidad teórica ni de intereses. Éstaes una confusión frecuente entre las latinoamericanas, quienes llegan acreer que Joan Scott o Judith Butler son aceptadas de manera acrítica.Si algo resulta similar en los diversos grupos culturales de feministasestadounidenses es su lucha por alcanzar mayores vindicaciones desde una diversidad teórica; en la Universidad de California, por ejemplo,se aglutinan por separado los distintos grupos étnico-culturales de la academia. En lo cotidiano es visible la separación por color de piel y porregión cultural; entre las asiáticas destacan las chinas y las japonesas, seguidas de las hindúes y las árabes. Sus agendas son diferentes, puesimpulsan sus estudios hacia la particularidad de sus culturas. Por suparte, las latinas –con fuerte presencia de las mexicanas– tienen en losestudios chicanos y latinos un soporte que justifica su lucha por mejores condiciones sociales, y manteniendo una fuerte resistencia cultural17 en la que resalta aquello considerado como propio de la cultura mexicana- americana: por su color moreno, debe pelear cada espacio ganado en el mosaico multinacional de Estados Unidos.

      De estos grupos subalternos con orígenes culturales diversos, deviejas y nuevas migraciones, destacan las mujeres afroamericanas por su poder. Consideradas “de casa”, son las más aguerridas y fortalecidasen esta diversidad cultural y étnica, pues encabezan una política agresiva y de logros visibles en el ámbito académico y social. También hay gruposde mujeres nativas indígenas, aunque no tienen la misma presencia que las afroamericanas. Las mujeres blancas detentan la hegemoníaen el discurso y la política militante; llevan a cabo una lucha social que en ocasiones se solidariza con algún grupo étnico especial y que ha destacado por sus propuestas teóricas de repercusión mundial, como es el caso de Judith Butler,18 o de influencia docente destacada como lalegendaria Bettina Aptheker.19

      Los estudios de género, feminist studies o estudios de la mujer, deacuerdo con su denominación en los países que mencionamos, tienen trayectorias con afinidades y diferencias importantes. Sus procesoshistóricos han representado un duro camino para insertarse en las academias universitarias. Los motivos de las estadounidenses han sidodiferentes que los de las feministas de América Latina y España, dondela lucha por los derechos políticos y electorales aumentó la visibilidadde la participación de las mujeres en la construcción de los estadosnacionales contemporáneos.

      Han sido comunes las movilizaciones femeninas; difieren las épo- cas en que se llevaron a cabo en Estados Unidos y América Latina, pero hay coincidencias y diálogo entre la militancia y la construcción de metodologías para el análisis de los derechos reproductivos y se- xuales, que pasan por el derecho a la autonomía y al uso del propiocuerpo femenino. De manera reciente y coincidente, los estudios que abordan los llamados derechos humanos de las mujeres –que requierende precisiones hermenéuticas, enmarcadas en el desarrollo de cada cultura–, así como las voces de protesta convalidadas por el marcojurídico para detener la creciente violencia contra las mujeres –y en el caso particular de México, también contra los hombres jóvenes– han sido motivo de frecuentes propuestas de políticas públicas. En todos los países, los gobiernos se ven obligados a firmar acuerdos de equi-dad de género, pero la resistencia cultural se formaliza en el desacato y mantiene vigentes las movilizaciones feministas. Por otra parte,este discurso político, impulsado por la política internacional, tieneintereses en cuanto a liberar a las mujeres de aquellas ataduras que dificultan las nuevas divisiones del trabajo. Al abandonar el estado debienestar, servicios sociales como la educación y el cuidado de niños,enfermos, personas mayores y discapacitados se dejan en manos de las familias –paulatina o abruptamente según cada país–, de manera que las viejas funciones de las mujeres se reactivan, en medio de discursosigualitarios que enmascaran un sistema neo patriarcal que requiere demujeres que resignifiquen las actividades tradicionales femeninas enlos marcos globalizadores.

      Un debate amplio en torno a las paradojas de las coyunturas contem- poráneas ha nutrido la visión de nuestro papel social en un mundo que se empequeñece, y en un tiempo que se acelera a un ritmo vertiginoso.Los modelos históricos de dominación patriarcal se reconfiguran o se reciclan, ajustándose a los esquemas de poder enarbolados por las gran-des corporaciones, que imponen hábitos de consumo y desdibujan loslímites entre los espacios públicos y privados, entre lo individual y lo social, entre lo político y lo económico. En este contexto de constantecrisis, donde todo lo sólido se desvanece, es necesaria la reflexión en torno a las dominaciones, las resistencias, las transformaciones y los retos que nos impone un mundo plagado de espejismos.

      Este libro es resultado de un proceso de discusión que comenzó en 2007 entre algunas de las participantes del Seminario Permanente de Representaciones e Identidades de Género en el Tiempo, quienes nos hemos consolidado en esta nueva etapa mediante el proyecto papiit ig-300-713 “Género y globalización en los debates de la Historia y laTeoría social contemporánea” que ha financiado esta investigación. Un instrumento importante para nuestro proyecto fue el uso de las tecnolo-gías de la información que nos permitió salvar las distancias entre las universidades mexicanas y extranjeras. Las discusiones, propuestas y acuerdos fueron tomados de manera presencial, a distancia y en línea.

      En este libro se presentan las reflexiones interdisciplinarias hechas conbase en cinco reuniones académicas, además de un evento que combinó las modalidades de un seminario internacional con lo concreto de las dis- cusiones y propuestas en un taller que denominamos I Seminario-Taller Internacional “Los debates de la globalización desde una perspectiva degénero”. El resultado es un conjunto de expresiones que tienen como eje las manifestaciones del proceso globalizador en la conceptualizacióndel género, así como en las prácticas sociales y culturales latinoameri- canas. En la primera parte, denominada “Los debates en los estudios de género en el marco de la globalización”, cuatro autoras abordan tantoel concepto de globalización como el de género, feminismo y otrascategorías relacionadas desde una perspectiva teórica. En su artículo, Alicia Girón nos explica la estrecha relación entre la división sexualdel trabajo y la estructura neoliberal, así como el impacto que tienenlos modelos macroeconómicos a nivel local en los procesos de empo-deramiento femenino. Las mujeres juegan un papel de gran relevancia como agentes económicos, tanto en la reproducción de la fuerza de trabajo como en la economía del cuidado a partir de la reproducciónde los valores culturales de una sociedad. Desde la perspectiva antropológica, Karla Kral nos presenta un texto que examina los múltiples y traslapados sistemas de subordinación y explotación que han emergido en los contextos globalizados, por medio de un análisis de los marcosconceptuales más significativos sobre globalización y género en la antropología estadounidense. Se trata de identificar los conceptos más pertinentes para el estudio de la identidad, la diferenciación social y laagencia, en relación con los procesos de globalización. En el mismo tenor, con una visión histórico-antropológica, Paola Suárez centra lapolémica en los temas clásicos y emergentes de la antropología feministapara comprender de qué manera y cómo las académicas han situado la realidad global en un espacio local; además, señala la necesidad deelaborar marcos de referencia y conceptos propios para explicar las realidades de las mujeres en México y en otros espacios regionales.

      En su artículo, Nattie Golubov nos ofrece una propuesta teórica sobrela relación entre la globalización como concepto y acción vivida desde lopersonal y lo local, mediante la mirada de la diáspora de profesionistas calificados que emigran junto con su familia desde la India a los paísesdesarrollados. Golubov desarrolla un relato interesante donde la comida es central en su preparación y sus rituales; asimismo, describe cómo se entrelaza con los conceptos, vivencias y emociones en este acercamiento a las prácticas culturales en la diáspora. Es una explicación de la gastronomíaen la literatura de dos mujeres hindúes en Estados Unidos: Jhumpa Lahiri y Chitra Banerjee Divakaruni. Por otra parte, Adriana Sáenz hace una re- visión crítica de la racionalidad patriarcal como un paradigma ideológico,que se activa por medio del lenguaje y pone de manifiesto los elementosideológicos, éticos y morales que están implicados en los textos.

      La segunda parte del libro, “Feminismos en el mundo globaliza-do”, abre con la aportación historiográfica de Armando Pavón y ClaraInés Ramírez sobre el primer proceso de integración global desde los albores del siglo xv; analiza el crecimiento económico y la con-secuente presión demográfica que impulsó la búsqueda marítima de nuevos territorios, con profundos efectos culturales en el Nuevo Mundo,especialmente por la imposición de la moral católica y su consecuente determinación sexo-genérica acorde con el modelo hegemónico europeo.

      En su investigación, Alba Carosio nos muestra un recorrido por lasprincipales luchas, propuestas y desafíos que enfrentan los feminismos latinoamericanos en el siglo xxi; la relación entre los procesos de cam-bio social y resistencia frente al de integración mundial. Por otro lado, Virginia Ávila explora su propia subjetividad como historiadora en sus trabajos de investigación de campo –es decir, como interlocutora yobservadora participante–, dentro de sus investigaciones sobre las vidasprofesionales de académicas feministas. En un enfoque comparativo,nos proporciona una visión de los problemas comunes y las disparidadesentre los feminismos de las mujeres chicanas, bolivarianas y cubanas. También fluyen en su relato algunos acercamientos a la vida institucional en los centros de estudios de mujeres.

      La tercera parte de este libro, “Entrecruzamientos femeninos: nuevas tareas y viejas prácticas”, se nutre con las miradas feministas a las mujeresen sus nuevos horizontes y sus estrechos espacios de poder y sometimien- to. Sandra Franco discurre sobre la manera en que procesos globales hanafectado las dinámicas familiares y sociales en diversos ámbitos, como el reparto de los trabajos domésticos y productivos. Así, Franco analiza la división sexual del trabajo en el campo de los cuidados, hoy por hoy, uno de los ejes centrales de la problemática social de la familia y la permanencia de roles femeninos, impulsados por discursos que orientan a la mujer a sustituir en el ámbito del hogar las deficiencias de un Estado que abdicade sus obligaciones sociales. En una estrecha relación con la temática laboral, el artículo de Rosario Ayala analiza la vulnerabilidad social a laque se enfrentan las trabajadoras migrantes de Guatemala que se emplean en los cafetales de la región del Soconusco, México. La autora describe las diferencias en la explotación laboral de las mujeres más pobres en la región fronteriza del sur de México. En este contexto, el trabajo infantiles una de las prácticas económicas y culturales más denigrantes a las que se ven sometidos niños y niñas desde los tres años; se trata de la cara más dramática de los marginados del consumo, en una sociedad global que sólo da cabida a quienes pueden acceder a “vidas vivibles”.

      La trata es una de las variantes del tráfico de personas que se carac- teriza por el engaño y el sometimiento. Perla Fragoso lleva a cabo un acercamiento a este problema en la ciudad de México, considerandoque el tráfico de personas es un fenómeno recrudecido y resignificado en el que las mujeres son protagonistas por primera vez en la historia mundial. La emigración femenina visibiliza el proceso de feminización de la pobreza, representada en la búsqueda –con apoyo familiar y sin él– de nuevos horizontes para superar la marginación. Con frecuencia el tráfico de mujeres deriva en problemas sociales graves, como el en-rolamiento para trabajos domésticos y de cuidados, la vulnerabilidad al tráfico de órganos, así como una descarnada explotación sexual. Elproceso proveniente del sur hacia Estados Unidos y Europa, en lo querespecta a los países latinoamericanos. El mismo fenómeno es inves- tigado y analizado por Sara García y Elena Hernández Corrochano enel caso español. Ambos trabajos muestran la faceta más violenta a la que son sometidas las mujeres en este tipo de esclavitud.

      La presente publicación contribuye a los debates académicos sobre teoría, problemas y perspectivas en los estudios de género dentro deesta fase histórica que conocemos como globalización, entendida en esta configuración neoliberal del comercio, sus relaciones económicas y la división mundial del trabajo. Los países del centro y de la periferia–es decir, países desarrollados y hegemónicos con Estados Unidos a la cabeza, en desarrollo como México, Brasil, Argentina, Chile, y los subdesarrollados: otros países latinoamericanos, asiáticos y de Europadel Este– confluyen discursivamente en un mismo sistema económi-co, social, político, cultural y de relaciones entre hombres y mujeres,donde la inmediatez presupone grandes adelantos tecnológicos a los que acceden las clases medias y altas, mientras que las marginadas del consumo son excluidas y criminalizadas por su pobreza. Las desigualda- des permean estos procesos de integración global, demostrando que losbeneficios son grandes, pero los costos sociales son mayores y parecen estar sacrificando a enormes masas de la población. En su intento demarchar por el camino impuesto por los grandes corporativos, los or- ganismos multilaterales han encontrado resistencias de algunos países,de esta manera, la dialéctica de la historia prosigue. Mujeres y hombresasumen los retos de la sobrevivencia para evitar la marginación; hay miedos, hay esperanzas. Transitamos, como dice Zygmunt Bauman, de la vida social e individual concreta a la vida líquida de la incertidumbre.

      Virginia Ávila y Paola Suárez